sábado, 28 de febrero de 2009

Piratas del cartón

La Responsable de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid, Ana Botella, se ha decidio por una opción bien conocida de gestión de residuos: "Se trata --dice-- de defender los derechos de la mayoría, que paga mucho para tener una ciudad limpia y segura". Propone, siguiendo una línea pólítica ya implementada en la Europa de los años cuarenta por el régimen alemán, peseguir todo residuo humano, a los que ahora ella llama "piratas del cartón". "Yo me niego --asegura-- a vivir en una ciudad y en una sociedad en la que tenga que aceptar que hay personas que van a rebuscar en la basura para comer".

Pienso en los niños de la calle de las grandes urbes sudamericanas, quienes, asediados por los escuadrones de la muerte, se transformasen hace unos años en niños de alcantarilla. Siento un escalfrío y el estómago se me pinza. Porque sé que, frente a propuestas estatales de gestión que es persecución del residuo humano, no hay otra alternativa, ética cuanto política, que la que no tendrá lugar, que la organización en guerrilla del lumpen, que la construcción de alianzas y antagonismo, que una lucha desaforada.
Citas extraídas de Público, 28 de febrero de 2008.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Crítica de la Razón Teológica I

Noviembre de 1468. Nueve comensales celebran el nacimiento y la muerte de Platón. Durante la velada, Marsilio Ficino comenta el Banquete. Cree retomar una tradición interrumpida por doce siglos. Acaso proyecta ya un lugar donde "los jóvenes seguirán de manera agradable y fácil los preceptos morales, y el arte de disertar al jugar" (Opera, II, 1130). Celebran. Y, de algún modo, allí, todo queda dispuesto. Las líneas confluyen. El horizonte se aclara. Todo parece preparado. Se anuncia la Modernidad. Durante los años inmediatamente previos Ficino no parece haber dejado tiempo al descanso. Se le ha visto traducir a Alcinoo y a Espeusipo, a Hesiodo y a Proclo, los himnos órficos y al menos diez diálogos platónicos. En 1643 inicia la traducción del Corpus Hermeticum, donde acaso espera encontrar el definitivo camino de la verdad, sendero de salvación, fin de la trascendencia, la divinización de lo humano. Como el gusano al cadáver, algo ha ido progresivamente horadando los cimientos teológicos sobre los cuales se asentase el poder del Papa. Las Enéadas de Plotino están a punto. Pronta está también la llegada del profeta desarmado, Savonarola, aquel que soñase derrotar al servidor de la Bestia.

La ruptura se ha iniciado. El sistema conceptual que sostuviese las estructuras medievales se vendrá abajo. Indefectiblemente. Sin embargo, la gestación del cambio ha sido lenta. En el año 529 después de Cristo, el emperador Justiniano había decretado la clausura de las escuelas filosóficas de Atenas. La inteligencia parecía haber definitivamente sido desterrada del Occidente cristiano. Sin embargo, para entonces se había iniciado ya en Oriente el movimiento de retorno que habría de devolver en el siglo XIII el pensamiento helenístico a través de los filósofos árabes, sirios y judíos. Inescrutables resultaron finalmente los caminos del Señor. A lo largo de toda la Edad Media se fue gestando su suicidio. Ahora, tras la muerte de Dios, acaso haya llegado el tiempo de volver la cabeza atrás como hiciera el ángel del cuadro de Klee que comentase Benjamin, para contemplar los escombros, las ruinas de un devenir que no hace sino acumular muertos y escombros, para rehabilitar de la historia a los vencidos, a todas esas corrientes menores que, bajo el asedio del dogma, atravesaron el desierto terrible. Tal vez sea ya hora de recuperarlas del olvido.

Insistamos por tanto. Merecen ser tratadas con algo de detenimiento ciertas líneas que, temporalmente menores, subterráneas, llegado el momento, van a eclosionar instaurando nuevas cartografías, alterando el ordenamiento, haciendo relumbrar cuestionamientos antes imperceptibles y, en definitiva, abriendo campos de visibilidad allí donde antes sólo hubiera noche cerrada. A lo largo del Medioevo brillan con rara intensidad, con una luz aplacada e incluso inconstante, pero insistente, ciertas modalidades de pensamiento que afectarán al definitivo derrumbe de lo dado y posibilitarán el surgimiento de eso que, sin pretender ser en absoluto precisos, podemos llamar Renacimiento. Conviene aproximarse a estas corrientes que acompañan desde los primeros siglos de nuestra era a las formas dominantes del pensamiento occidental y que, de un modo u otro se contraponen, primero, a la égida agustiniana que monopoliza la Razón Teológica de Occidente hasta la irrupción islámica, y, después, a la escolástica del aristotelismo postomista.

En primer lugar, y aunque no sea lugar este para profundizar siquiera levemente en la cuestión, es necesario reincidir en el complejo proceso de constitución de la ortodoxia cristiana. El movimiento, por lo demás bastante largo y nunca plenamente concluido, de instauración de un dogma cristiano tiene lugar en sus iniciales etapas a partir de una cantidad ingente de vínculos, influencias, confluencias, cortes y rupturas. El contexto en el que brota y con el que acaba es extremadamente rico desde el punto de vista cultural, exuberante de propuestas teóricas y de estilos de vida diversos. Algunas de estas primarias ofertas van a sobrevivir contra y a pesar de la institución de una línea dominante. É. Gilson, si bien creemos que no con suficiente fuerza, lo ha señalado en su esencial aunque insuficiente obra La filosofía de la Edad Media: la homogeneidad y la invarianza en la cultura medieval es sólo mito, justificado exclusivamente en base a la ignorancia. La cultura medieval se eleva a partir de una heterogeneidad incontenible que ninguna espada será capaz de cercenar plenamente.

Así, parece ineludible abordar al menos dos líneas maestras que afectarán de modo decisivo al fulgor Renacentista. Por un lado, la censura de la tradición helenística que progresivamente se endurece en Occidente va a encontrar cuidadoso resguardo en la diáspora de las sectas cristianas nestorianas que hacia Oriente fluyen tras ser declaradas herejes en el Concilio de Éfeso del año 431 d.C. Sin embargo, también ciertas trazas del cristianismo primitivo sobreviven de manera subrepticia como opciones heterodoxas aunque no necesariamente heréticas en el interior de la propia geografía occidental. Tanto una línea como la otra alcanzarán una resonancia salvaje que acabará por despertar esa tormenta que habituamos a llamar Modernidad.

El fracaso de la fe

En el año 529 después de Cristo, el emperador Justiniano decretaba la clausura de las escuelas filosóficas de Atenas. Para entonces se había iniciado ya en Oriente el movimiento de retorno que habría de traer en el siglo XIII a Occidente el pensamiento helenístico.

sábado, 21 de febrero de 2009

Sindicato

Produce extrañas figuraciones la teología. Incluso hoy. Imágenes sorprendentes que, por delirantes, despiertan en la razón la risa. O mejor dicho, despiertan la razón y la risa. Epicuro, aquel a quien tanto odiasen algunas de las primeras sectas cristianas --hasta el punto de lanzar a sus fieles, machete en boca, a la aniquilación de los jardines tranquilos--, concitaba en un mismo movimiento el reír y la filosofía. No se debe dejar pasar la oportunidad, eso que los antiguos llamaban kairós, ese instante preciso en el que la frontera entre los posible y lo imposible se difumina y lo inesperado se barrunta. No hay que perder la ocasión de remitir una carcajada insolente contra los maestros de la seriedad idiota, contra la hipocresía de los obispos, contra su locura sádica y sufriente. No pretendo estar escribiendo ahora del derecho de la mujer a decidir su propia maternidad, qué hacer con su vida y su cuerpo. Sí de la reflexión alucinada que el portavoz de la Conferencia Episcopal Española hacía anteayer, a propósito de esa misma cuestión, acerca de los no nacidos: "los que van a nacer --afirmaba, desquiciado, J.A. Martínez Camino-- no votan y no se organizan en sindicatos".

Sabemos que lo que la Iglesia Católica quiere decir es que, dado que "los que van a nacer" no pueden expesarse ni organizarse sindicalemente, la propia Iglesia hablará en su nombre y votará por ellos. En definitiva, la Iglesia se quiere a sí misma la representante política de ese ente abstracto, como dios, idea hueca, concepto vacío, que es el de "los no nacidos". Insisten, de nuevo, los clérigos en la vergüenza que entraña hablar en nombre de otros, del Otro. Lo han hecho y lo seguirán haciendo con los pobres y los enfermos y, en general, con todos los desvalidos. Hablan en su lugar, en su nombre, en vez de ellos, cuando la voz de los que no tienen voz es silencio o grito inescuchado que ninguna palabra debiera sustituir o acallar, es rumor o murmullo frente al cual todo decir es rugido. La Iglesia Católica, su repetirse en la ignominia llega incluso a aburrir. La sentencia lanzada por ese nuevo dadaísta que ha resultado ser J.A. Martínez Camino, sin embargo, me hipnotiza. No puedo dejar de pensar en las tan variadas interpretaciones que encierra. Me tienta desplegar, sólo por esta vez, la imaginación literaria, desarrollar, aunque sea muy brevemente, algunas de las líneas a las que el absurdo me convoca. Insistir en el delirio. Imaginar ese sindicato de los No Natos con cero afiliados. Me contendré. Permítasemé, tan sólo, apuntar, a modo de burla, el que creo que sería el eslogan más acertado para la visibilización política de semejante colectivo, un poco al estilo del Black is beautiful de los negros de los setenta en los Estados Unidos. Permítasemé recodar la lección que Teognis de Mégara cantase hacia el siglo V a.C.:

De todo, lo mejor para el hombre, no haber nacido,
no llegar a ver nunca un rayo del sol agudo.
Teognis de Mégara, Elegías, 425-426

miércoles, 18 de febrero de 2009

Suwamish

No hay un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco. Ningún lugar donde se pueda oír el florecer de las hojas en la primavera o el batir de las alas de un insecto. Mas tal vez sea porque soy un hombre salvaje y no comprendo.... ¿Qué ha sucedido con el bosque espeso? Desapareció. ¿Qué ha sucedido con el ágila? Desapareció. La vida ha terminado. Ahora empieza la supervivencia.
Jefe Seattle, Carta al presidente de los Estados Unidos, 1855.

lunes, 16 de febrero de 2009

Confesiones



Me estremezco aún al contemplar a quienes se empeñan en olvidar, en no ver, próximos y lejanos que persisten en la irresponsabilidad, en los rituales sobre los cuales se asienta el poder de esa máquina del horror que es, que sigue siendo, la Iglesia Católica. Me aterra, por, para mí, incomprensible, el comportamiento de quienes insisten en los sacramentos. Tras las matanzas, su permanencia en una fe escasamente asumida y el colaboracionismo más firme me resultan intolerables. Vivimos en un país extraño, fruto de conciencias aplastadas por cuarenta años de silencio y exterminio. Pero, eso nada excusa. Sobre todo, me revuelve el estómago observar cómo incluso aquellos que se han criado en un tiempo que da la oportunidad del pensar libre, eligen la servidumbre, la sumisión para sí y para sus hijos. Especialmente deleznables se me presentan los bautizos. Mas, en verdad os digo, no es sino una íntima y callada tristeza lo que me produce saber cómo pacta con la infamia gente a la que, más o menos secretamente, uno quiere y aprecia, a quienes ha visto y acompañado en su disfrutar de la vida por las geografías más salvajes, habitar sobre el límite de la legalidad en compañía de poderosas sustancias, deslizarse sonrientes más allá de las normas, a través del sexo no reglado, saltar de un cuerpo a otro con la misma alegría con que las niñas jugaban a la comba. Siento por ellos, ahora, una dolorosa y profunda vergüenza.

sábado, 14 de febrero de 2009

La experiencia negativa

Insisto en la alucinada percepción que Imre Kertész me concede de mí mismo. No hace ahora más de un año, uno de esos escasos amigos que, en la distancia y a través de las épocas, permanecen, me recomendaba su lectura. La consideraba apropiada para la preparación de unos cursos que, sobre pensamiento judío, yo había de renovar escapando a los clichés académicos que se remiten en exclusiva a la edad media y olvidan la actualidad acuciante de una problemática la cual ninguno, aún, estamos en disposición de evitar. Ahora, tarde, ya impartidas las clases, entreveo algo de la emoción que acaso haya transido el cuerpo de mi amigo, húngaro como el propio Kertész, mas necesariamente extranjero a su propia patria, pues nacido, en parte, junto a mí en un espacio tan absurdo para cualquier europeo como resulta ser un ínfimo pueblo pegado al lago Ontario, a demasiadas horas de la ciudad Nueva York.

Ahora, insisto en la lectura recomendada. Y descubro algo de mí mismo que acaso no hubiera sido capaz de enunciar sin ella, pero que, de algún modo, siento siempre estuvo ahí, acompañándome, desbrozando la senda que había de guiar mis pasos. Descubro la vía a través de la cual hacer un elogio de mi patria, esa cuyo nombre soy aún incapaz de escribir o, sin sorna, pronunciar. Me dispongo a elogiar lo que he recibido de mi país. Como Kertész, aunque, sin duda, de modo distinto, he recibido como deuda impagable de él la experiencia negativa. Existe un país en el que nací y en cuya lengua hablo, leo y escribo, pero nunca ha sido mío, y lo he sentido más que como un hogar como una cárcel, caldo de cultivo del conformismo cerril, de las pasiones perversas, lugar despojado de toda gracia o inteligencia, herencia inmaculada del fascismo y la clerigalla.

No es que considerase que había otros países mejores. Pronto aprendí que no existía salida, ningún reino en el que descubrir la hierba mojada rozando el tórax desnudo y la libertad en la brisa suave o la caricia. De mi patria aprendí todo, lo esencial. Que es bueno ser extranjero. Que no hay inteligencia sino en el exilio. Que es necesario devenir enemigo interior. Se trata, al fin, de ser minoría y, como Kertész, definiría esta situación minoritaria, no en función de parámetros raciales, ni étnicos, ni religiosos, ni aún siquiera lingüísticos, sino en base a esa experiencia negativa, una experiencia negativa que conduce a la liberación. El húngaro lo ha escrito con mucha más precisión de cuanto lo pueda hacer yo: "Vivir con un sentimiento de desamparo: hoy en día, es probablemente el estado moral en que, resistiendo, podemos ser fieles a nuestra época".
Cf. I. Kertész, "Patria, hogar, país", en Un instante de silencio en el paredón.

viernes, 13 de febrero de 2009

Arte herético

Además, nadie podrá hacer, pintar, tener o estar en posesión de modelos, retratos o pinturas escandalosas de la Virgen María, los santos canonizados por la Iglesia, ni nadie podrá romper, dañar o destruir imágenes hechas para honra y memoria de los mismos, bajo pena de muerte y confiscación de sus bienes.
Decreto contra la herejía, 1540, en A. Lacroix, Apologie de Guillaume de Nassau, Bruselas-Leipzig, 1858.

jueves, 12 de febrero de 2009

Técnica de evasión

Ahora ya sé bien que la pasión por la escritura me separó, en realidad, de la ciudad en la que sigo viviendo. Porque esta pasión, el escribir, siempre sólo me sirvió para liberarme de la presión del medio y de las circunstancias. Por eso, el hecho de describir Budapest una y otra vez me resultaba útil para liberarme de ella y no para inmortalizarla. Con la ayuda de cada texto nuevo, iba dejando de modo gradual la ciudad, sin moverme --sin poder moverme-- de ella.
I. Kertész, "Budapest, una confesión inútil, en Un instante de silencio en el paredón.

martes, 10 de febrero de 2009

En silencio

Se dice que no hay peligro, porque no hay agitación. Se dice que, como no hay desorden material en la superficie de la sociedad, las revoluciones están lejos de nosotros. Señores, permítanme que les diga que yo creo que están equivocados. Es verdad que el desorden no está en los hechos, pero ha penetrado muy profundamente en los espíritus... ¿Es que no sentís, por una especie de intuición instintiva que no puede analizarse, pero que es certera, que el suelo tiembla, de nuevo, en Europa? ¿Es que no sentís --¿cómo diría yo?-- un viento de revolución que está en el aire?
A. de Toqueville, Discurso ante la cámara de los Diputados del 29 de enero de 1848.

domingo, 8 de febrero de 2009

Je suis un chien


Leó Ferré, Les Anarchistes.

viernes, 6 de febrero de 2009

Artes de la cámara interior

Fang-chung shu. Nombre conjunto de las diversas técnicas sexua- les taoístas que llevan a la realización del Tao y al logro de la inmortalidad (ch'ang-sheng pu-szu). Tales técnicas tienen por objeto nutrir y vigorizar la simiente o esencia (ching)... Los métodos más importantes para vigorizar el ching consisten en evitar la eyaculación y "hacer retroceder el ching" para fortalecer el cerebro (huang-ching pu-nao)... Ya desde las escuelas taoístas tempranas se registran prácticas sexuales colectivas. Los adherentes al "Taoísmo de las cinco fanegas de arroz" (Wu-tou-mi tao) y de la "Vía de la Gran Paz" (T'ai-p'ing tao) practicaban la "unificación del hálito". Los diversos fang-chung shu se conocen desde la dinastía Han y se practicaron en forma privada y pública hasta el siglo VII... Las indicaciones sobre prácticas sexuales fueron mantenidas en secreto, y redactadas en un lenguaje sólo inteligible para los iniciados, que se vale en parte de la terminología de la "alquimia externa" (Wai-tan).

Wu-tou-mi tao. Taoísmo de las cinco fanegas de arroz. Escuela del taoísmo temprano (Tao-chiao), que fue fundada entre 126 y 144 d.C... Tenían especial importancia las confesiones públicas, en las que los creyentes declaraban sus faltas a los Tres Señores (San-Kuan): el del Cielo, el de la Tierra y el del Agua. A ello sea añadía el ayuno ritual (chai), el uso de talismanes (fu-lu), festividades orgiásticas (ho-ch'i) y ceremonias por los difuntos... La masa de creyentes se denominaba "los demonios-soldados"... Durante las dinastías T'ang y Sung se produjo una fusión del Wu-tou-mi tao con otras corrientes taoístas, como la Escuela de la Joya Mágica (Ling-pao p'ai).
Estractos del Diccionario de la sabiduría oriental.

Diógenes desde el infierno

En el Hades, en cambio, no dejarás de reírte a carcajadas como yo ahora, sobre todo cuando veas a los ricos, a los sátrapas, a los tiranos, tan humildes e insignificantes, a los que sólo se puede reconocer por sus lamentos, y adviertas cómo están de envilecidos y acobardados recordando su vida en la tierra.
Luciano de Samósata, Diálogos de los muertos, I

domingo, 1 de febrero de 2009

Félix Guattari



Université de Vincennes, 1975.

Pablo Lópiz Cantó

Para una filosofía de la inmanencia