viernes, 27 de febrero de 2015

Lucía Eldine González

Quizá Lucy Parsons (1853-1942) sea uno de los ejemplos más patentes de la compleja genealogía racial y política que está en la base de la identidad Xicana, de la Mestiza. Nacida esclava en Texas donde EEUU acababa de introducir la esclavitud tras anexionarse gran parte de México con los Tratados de Guadalupe-Hidalgo de 1848―, hija de una mexicana negra y de un mestizo de la nación indígena Creek, Lucía Eldine González, que se identificaba a sí misma como mexicana, será reivindicada, además de por el Xicanisma, por los movimientos tanto nativoamericanos como negros, así como por los movimientos anarquista y comunista. En las últimas décadas también por los movimientos feministas radicales europeos. A los 16 años se casó ilegalmente con Albert Parsons y, huyendo de las represalias derivadas de su matrimonio interracial, se mudó a Chicago. Allí escribió para publicaciones como The Socialist y la anarquista The Alarm. En Chicago, el 1 de mayo de 1886 liderará a 80.000 trabajadores en una manifestación con el objetivo de iniciar una huelga general. A raíz de ésta manifestación y de lo que luego se conocerán como el incidente de Haymarket, Albert Parson será detenido y, finalmente, ejecutado junto a otros cuatro anarquistas. La militancia de Lucy Parsons no remitirá por ello. En 1905 trabajará en la formación de los Wolbbies, los Industrial Workers of the World, que no sólo se convertirá en el sindicato de clase más importante en la historia de los Estados Unidos, sino en uno de los primeros en oponerse explícitamente a la discriminación por cuestiones de género y raza. Desde el IWW editaría el diario anarco-comunista The Liberator. Su militancia no estará sólo gobernada por la cuestión de clase, sino más bien por la percepción de la multiplicidad de vectores de opresión. Así, ingresará en 1939 en el Partido Comunista para involucrárse en el trabajo de liberación de los Scottsboro Boys y otros presos negros. En 1920 la policía de Chicago afirmaba que Lucy Parsons era «more dangerous than a thousand rioters».

Más información en: Carolyn Ashbaugh, Lucy Parsons. An American Revolutionary, Chicago, Haymarket Books, 2012.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Raza e identidad


El próximo viernes 27 impartiré una conferencia titulada "Raza e identidad. Apuntes sobre gestión biopolítica", dentro del ciclo Cuestión de identidad, organizado por el Grupo de Investigación Riff-Raff, pensamiento, cultura, estética. El acto tendrá lugar, a las 17 horas, en la Sala Ángel San Vicente de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza.

miércoles, 18 de febrero de 2015

Animales políticos

Para quienes, como yo, han crecido en días en los que el escepticismo radical hacia el juego de partidos y, más en general, hacia cualquier forma de representación política era el signo incontestable e, incluso, el fundamento mismo de la virtud política, corren tiempos extraños. Aún siento cierto pudor a la hora de defender en público la estrategia de asalto a las instituciones por vía electoral. Sin embargo, más me lo generaría sostener una pose pseudoanarca (¡ay, Juan García Oliver, qué harías tú en este caso) de desdén por lo que está aconteciendo, mantener una posición resistencialista en la que algunos aún se refugian sólo para su mayor confort. Supongo que se está cómodo en el lugar del descontento. No hace falta estudiar psicoanálisis para saber que la queja (y esa particular forma de queja que consiste en reivindicar) es una forma de satisfacción. Respeto a quienes hablan desde ese lugar. Al fin y al cabo, estas cosas no se eligen ni se deciden. Los respeto como respeto a los hippies que gustan de vivir en frágiles burbujas o a quienes optan por encerrarse en la cotidianidad más inmediata de las obligaciones familiares y laborales. Los respecto como respeto a los que juegan obsesivamente al rol, a los que arrastran sus cuerpos convulsos de rave en rave o a los que optan por irse a vivir al campo. Respeto a quienes deciden situarse al margen de los procesos políticos que van a determinar sus vidas, que, recordémoslo, también son las nuestras, porque la vida es en común. Los respeto, pero ahora, por el momento, prefiero estar junto a esos animales políticos que han decidido poner su cuerpo y jugárselo a la estrategia que más posibilidades tiene de inducir la transformación.

Pablo Lópiz Cantó

Para una filosofía de la inmanencia