"Un trapo rojo como el que llevan
enrollado al cuello los partisanos"
P.P. Pasolini, Las cenizas de Gramsci
En otra parte, así se titulaba el primer libro de David Mayor.
Antes, no mucho antes habíamos leído su “Deseo de ser replicante”, y empezamos,
lentos, a aprender que apenas sí somos “recuerdo débil”, “memoria prestada”. Ha
pasado casi una década desde entonces, y durante ese tiempo, pudimos,
afortunados, perseguir en el Forward
a “la orca negra sin mancha”, invariablemente hacia el norte, “hacia cualquier
parte”. D. Mayor lo deletreaba con precisión en Otra novela, “cualquier libro / trata de una aventura”.
Ninguna aventura deja indemne a
quien la atraviesa y los viajeros, a menudo, acaban por olvidar su destino. O,
más bien, descubren que, finalmente, nunca hubo puerto al que dirigirse, que “Lo
importante no es llegar”, que no se alcanza lo que se busca, “Ni siquiera en
otra parte”. En 31 poemas se dejaba
presentir que, de un modo extraño, Ítaca ya estaba aquí, y que “lo más bello”,
“estar en otra parte”, “puede ser / lo
que no puede ser”.
Entre su primer y su tercer libro
D. Mayor se ha desviado hasta haber cambiado de nacionalidad. Si En otra parte se intentaba aún “nacer de
nuevo”, tras el viaje de Otra novela,
en 31 poemas ya sólo quedaba un
páramo “en el que pinchar discos a pedradas”.El tercero de sus libros se
cerraba con una invocación a permanecer atentos “donde la vida falla”. D. Mayor
se había ido alejando de ese ailleurs
sans doute ailleurs para acercase, cuidadoso, a un aquí y ahora que, como
todo presente, es y no es al mismo tiempo. Siempre atento a los detalles, ahora
estos ya no son signos de nada, sino el lugar en el que leer la vida que nos pasa.
Esta tarde, en apenas sí unas
horas, en Antígona, esa librería cálida y sólo en apariencia desordenada, en
Zaragoza, se presenta el cuarto libro de D. Mayor, Conciencia de clase. De alguna manera que en parte se me escapa, a
través de los poemas que lo conforman se aparece esa realidad presente, que es
y no es al mismo tiempo, y que 31 poemas
ya anunciara: “un aquí y ahora / que es apenas / el zumbido de las cosas”.
Quizá sea demasiado pronto para que yo, en cierto modo, fascinado por el texto,
escriba algo inteligente acerca de Conciencia de clase. A pesar de lo cual,
imprudente, trataré de dejar algunas notas, si no acerca de la poética que
despliega (tengo la firme sensación de que cada vez sé menos de poesía), sí, al
menos, sobre el pensamiento que a su través se revela, y se rebela.
Conciencia de clase prolifera allí mismo donde terminara 31 poemas, no tanto en el lugar de la
muerte cuanto en el de la memoria del padre. En el lugar de ese recuerdo, de
esa palabra que, como la del replicante que antes se mencionara, está en el
presente, “dentro de la ‘vida corriente’ y es extraña a esa vida”; como a dos pasos,
a la distancia justa, de la prosa con que se escribe la vida cotidiana. Mirar
la vida con cierta distancia es ya recordarla. Y, sin embargo, es en ese hacer
memoria, incluso cuando la mirada se dirige a la infancia, donde la escritura
de D. Mayor alcanza toda su altura política y filosófica.
Porque, ¿acaso puede creer
alguien que un título como Conciencia de
clase puede ser inocente, o que en él se ha olvidado la referencia a eso cuyo
nombre último algunos detestan, pero que nosotros seguimos empecinados en
llamar con todas sus letras: comunismo? No soy capaz de imaginar la pobre
lectura que del libro harán quienes desde posiciones liberales sólo vean en los
recuerdos monumentos conmemorando el pasado perdido de un individuo, ni la
frustración de quienes, invariables en su viejo obrerismo, esperen encontrar la
voz de ese sujeto revolucionario que justifique sus delirios. Porque Conciencia de clase, el libro, es algo
así como una versión precisa de un Manifiesto
Comunista para el siglo XXI.
No he contado las palabras ni
establecido los cálculos, pero la impresión que deja la lectura es la de que
hay una presencia que se repite sin
cesar: la de la palabra “fantasma”. Conciencia
de clase es un libro poblado de fantasmas que no pueden dejar de recordarnos
aquella sentencia con que se abriese el escrito que Marx y Engels redactasen en
respuesta a la solicitud de la Liga de los Comunistas: “Un fantasma recorre
Europa, el fantasma del comunismo”.
Pero, ¿qué comunismo es ese que
es, él mismo, un fantasma? A través de Conciencia
de clase se despliega, no la utopía por venir, sino la constatación de la
existencia actual de una comunidad espectral. Las figuras que recorren sus
páginas tienen ese carácter aéreo, volátil, como figuras que permanecen en la
medida en que son dichas, recordadas por el texto. También la de aquel que
habla o escribe, especialmente la del que habla o escribe. Porque éste, ese yo
o ese él que se dice aparece como efecto del texto mismo, del hacer memoria y
como recuerdo. El poeta aquí no es más que un espectro entre otros espectros.
Al fin, como se lee en “Inicio”, “los vivos se convierten en imaginación de los
muertos”.
Aquí, la conciencia de clase es
conciencia de la pertenencia a esa comunidad espectral. Decía Benjamin, que, en
el seno de la lucha de clases, ni siquiera los muertos están a salvo. La lucha
de clases es la lucha, no por el bienestar de las generaciones futuras, sino
por la salvación de las generaciones pasadas, por la redención de los
derrotados. Nuestra victoria hoy no es otra que la revocación de la historia
escrita por los vencedores. El presente no salva sino en la medida misma en que
en él se actualiza la fuerza del pasado. Espectros de todos los tiempos, uníos:
somos fantasmas entre fantasmas,
recuerdos de la prosa con que escribimos, con que se escribe, la vida, porque
“vivir es dos veces”. El poeta, como el historiador materialista del que
hablase Benjamin, se sitúa y nos sitúa en un tiempo-ahora que es combate contra el
olvido: memoria efectuada sin un sujeto que la sostenga, que, de hecho,
sostiene al sujeto, a ese espectro entre otros espectros, a esa
parte que dice "yo" desde dentro del fantasma múltiple y poroso del comunismo.
En la lucha de clases ni
siquiera los muertos están a salvo, pero, en su último libro, David Mayor ha cavado
una trinchera en la que, por unos instantes al menos, ponernos todos, tú, yo,
él, los vencidos, a resguardo.
Artículo publicado originalmente en la revista Subarbre, n° 0
(David Mayor, Conciencia de clase, Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2014)
Artículo publicado originalmente en la revista Subarbre, n° 0
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