viernes, 21 de noviembre de 2008

La révolution du désespoir

Nos enfrentamos siempre a una multitud de hechos aislados sobre la lucha del 23 de junio. Los materiales que tenemos delante resultan inagotables; pero al mismo tiempo nos ofrecen lo más esencial y característico.

La revolución de junio ofrece el espectáculo de una lucha encarnizada como Paris, como el mundo jamás la había visto hasta entonces. De todas las revoluciones anteriores, las Jornadas de Marzo en Milán son testimonio de la lucha más ardiente. Una población prácticamente desarmada de 170.000 almas se batieron contra un ejército de entre 20 y 30.000 hombres. Pero las Jornadas de Marzo en Milán son un juego de niños al lado de las jornadas de junio de París.

Lo que diferencia la revolución de Junio de todas las revoluciones precedentes es la ausencia de toda ilusión, de todo entusiasmo. El pueblo no se pone como en Febrero sobre las barricadas a cantar Morir por la patria —los obreros del 23 de junio luchan por su existencia, la patria ha perdido para ellos toda significación. La Marsellesa y todos los recuerdos de la gran Revolución han desaparecido. Pueblo y burguesía presintieron que la revolución en la cual estaban entrando era mayor que 1789 y 1793.

La revolución de Junio es la revolución de la desesperación y es con la cólera muda, con la siniestra sangre fría de la desesperación que se combate; los obreros saben que se enfrentan en una lucha a vida o muerte, y ante la gravedad terrible de esa lucha incluso el profundo espíritu francés se calla.

La historia no nos ofrece más que dos momentos con una relevancia semejante a la de la lucha que probablemente aún continúa en este momento en París: la guerra de los esclavos de Roma y la insurrección de Lyon de 1834. La antigua divisa lionesa «Vivir trabajando o morir combatiendo», también ella ha surgido de nuevo, de repente, tras catorce años, escrita en las banderas.

La revolución de Junio es la primera que divide verdaderamente la sociedad en dos grandes campos enemigos que están representados por el París del este y el París del oeste. La unanimidad de la revolución de Febrero ha desaparecido, esa unanimidad poética, llena de ilusiones deslumbrantes, llena de bellas mentiras y que fue representada tan dignamente por el traidor de las bellas frases, Lamartine. Hoy, la gravedad implacable de la realidad hace pedazos todas las seductoras promesas del 25 de Febrero. Los combatientes de Febrero hoy luchan entre sí, los unos contra los otros, y, lo que jamás se ha visto, no hay ninguna indifierencia, todo hombre capaz de llevar armas participa verdaderamente en la lucha sobre la barricada o delante de la barricada.

Las armas que se enfrentan en las calles de París son tan potentes como las armas que libraron la «batalla de las naciones» de Leipzig. Sólo eso prueba la enorme importancia de la revolución de Junio.

Pero pasemos a la descripción de la propia lucha...
F. Engels, "Les journées de juin 1848. Le 23 de juin", Neue Rheinische Zeitung, 28 juin 1848, n° 28, p. 1-2. Traducción libre del francés, apresurada incluso.

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Pablo Lópiz Cantó

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