domingo, 30 de agosto de 2009

No escribir

Decía Deleuze que se escribe para devenir. Tenía razón. La escritura, cuando es digna de su nombre, no hace sino intensificar los procesos existenciales, las líneas de transformación, las trayectorias mutantes. La escritura es una máquina de intervención sobre la propia vida, una plataforma de lanzamiento, un catalizador del cambio. Por eso he dejado de escribir. Porque la escritura siempre lleva a otra parte. Sitúa ya en otro lado, del otro lado. Antes de nada, desmiembra lo que hay, consume lo presente, instala tras el acontecimiento. Se escribe para dejar de ser el que se es. Para ser el que ya aún no todavía se es. Sólo se escribe lo actual, lo futuro no realizado. Lo desconocido que en uno mismo se anuncia. Lo que uno mismo sabe demasiado bien y elude sin cesar. Sólo se escribe el propio derrumbe, el pavor y la fascinación ante el desplome inevitable. Lo por venir. El fin de una vida.

1 comentario:

Ocala dijo...

Grandioso. Cómo remueve los humos inhalados!

Pablo Lópiz Cantó

Para una filosofía de la inmanencia