jueves, 6 de enero de 2011

Arde el mar

Lo leo en El País, periódico que, por lo demás, detesto. Ni siquiera se preocupa de la corrección ortográfica. Qué pensar, pues, de la veracidad de sus noticias. Me interesan, con todo, ciertas informaciones:

Mohamed Bouazizi. Tunecino. 26 años. Licenciado en informática. En paro. Para subsistir se dedicaba ilegalmente a la venta ambulante de frutas. Asediado por la policía, el 17 de diciembre de 2010 se rebela contra lo insoportable. Se quema a lo bonzo frente a la sede del Gobierno Civil en la ciudad de Sidi Bouzid.

El fuego en que arde Bouazizi se extiende por todo Túnez. Las movilizaciones proliferan, desde las pequeñas ciudades hasta llegar a la capital, donde miles de personas se manifiestan. El 24 de diciembre, en Mezel Bouzayane otro joven se lanza contra el tendido eléctrico mientras grita contra el paro. Se suman a él dos muertos por sendos impactos de balas disparadas por las fuerzas del orden. La represión se extiende sin que las movilizaciones cedan.

El miércoles 5 de enero de 2011, 5.000 asistentes al entierro de Bouazizi corean una consigna definitiva:

"Hoy te lloramos, pero mañana haremos llorar a los que te han empujado al suicidio".

Durante esta última madrugada del jueves las protestas se han extendido a una decena de ciudades de Argelia. En Orán cientos de jóvenes se enfrentaron muy violentamente contra la policía. El Mediterráneo está en llamas.

2 comentarios:

maravillas dijo...

¡Cóno no va a arder el mar en un mundo dominado por los contrabandistas de wall street, limitado en su libertad de expresión y de prensa, presionado por los mercados, consumido por los recortes en materia de derechos humanos, laborales, sociales! ¡El mundo está harto de guerras! Mi grito será una entelequia, pero eso ni me deshonra, ni me rebaja, ni me abruma. Tenemos que volar, soltar amarras, expandirnos... Nada es imposible, si la mente no lo convierte en imposible.

Volianihil dijo...

Cuanto más se aleja uno del "occicentro" más fácil tendrá encontrarse a personas, pueblos, con un poco de dignidad. Pero aquí, en nuestro mundo, nos hundimos en el fango y damos gracias.

Pablo Lópiz Cantó

Para una filosofía de la inmanencia