lunes, 26 de octubre de 2009

Escribir es inmolarse

Ninguna sublimación. La escritura siempre se erige contra el que escribe, para decir su verdad, la del cuerpo enfermizo y el deseo informe: por qué ahora este impulso de confesar, de dónde el desamparo y la angustia, desde cuándo la pulsión sadomasoquista. Freud habla de una "orientación demoníaca de la existencia" para referir aquellos casos en los que el sujeto parece encontrarse capturado en una red causal de acontecimientos fatales que se repite periódicamente y que, aunque aparenta deberse a razones externas, ha de ser explicada a partir de la posición inconsciente del individuo. Tal vez la tarea nocturna que retorna sobre lo mismo, sobre el gesto recurrente de unir letras y palabras, de enunciar afectos en silencio responda a esta lógica infernal que no lleva al que escribe sino a insistir en la neurosis de fracaso, a dejarse arrastrar siempre una vez más por la compulsión de destino. Escribir, como amar sin respuesta, es hacer saltar la propia vida en pedazos, instalarse en el goce perverso, retardar el bienestar como en un indefinido suicidio.

1 comentario:

adolfo dijo...

PRECIOSO Y PARADOJICO ESCRITO, SIEMPRE TAN BUENO PABLO!ABRAZOS ADOLFO!

Pablo Lópiz Cantó

Para una filosofía de la inmanencia