lunes, 28 de diciembre de 2009

Balbuceos nietzscheanos

Leo la última entrada del blog de David sobre la vida insegura y el habla tartamuda que la atraviesa. La comento: la existencia es un puto balbuceo, un empezar a hablar siempre desde cero, constante incertidumbre ante lo que se hace y lo que se dice. Luego sigo tonteando en internet, dejando pasar el tiempo, retrasando la hora de la comida indefinidamente. Abro un cariñoso mensaje de correo de Paloma que me habla de un texto antiguo, de lo que éramos y de lo que somos, agua tan sólo, máscaras que se suceden, yonkys en busca de sedación, nada, como Borges o Proteo, somos los que fuimos. Apuesto a que han pasado al menos diez años desde que la vi por última vez. Seguimos sin embargo cabalgando el mismo deseo absurdo. Abgrund, creo que lo llamaban en la facultad, cuando nuestros primeros pasos, (pero nunca se me ha dado bien recordar palabros ni fechas, y con los años y los estudios he llegado a odiar demasiado la lengua de los nazis como para preocuparme por su correcta ortografía): fundamento desfundamentado, o lo que es igual, caminamos siempre sobre el abismo.

El suelo sobre el que creíamos apoyar los pies, ya lo supimos entonces, era mera ensoñación, como --y aquí tomo una imagen hermosa del para mí más interesante de entre todos los situacionistas-- la de esos personajes de dibujos animados que corren alocados hasta flotar más allá del precipicio, y es sólo la fuerza de su imaginación lo que los mantiene suspendidos en el aire, hasta que se dan cuenta de que ya no hay nada debajo y sorprendidos caen al vacío. Tal vez no seamos más que un movimiento descendente lleno de ese estupor que Aristóteles, el gran traidor a Platón, puso al comienzo de toda filosofía. Tal el nombre de nuestra personal travesía nihilista. Acumulamos recuerdos como escombros, imágenes de seres queridos que se alejan. Somos diferentes. Habrá tal vez ritornellos, pero cada cual sigue su ritmo.

El tiempo es siempre una herida en la que todo se diluye. Somos pura pérdida, devenir sin sentido. Nada, una sucesión ficcional tan sólo. Un efecto inestable del orden sociopolítico. Artificios mecánicos sin voluntad, que responden a los movimientos sísmicos de un deseo anónimo y carente de contenido, constructos materiales que habitan en el bamboleo que lleva del placer al goce y viceversa. Un hundirse en lo real-masoquista para retornar ojerosos a la falsa conciencia lógica de la identidad, del beneficio: ¡levanta las cajas, guarda la ropa, rellena los documentos, no te detengas, cumple y sé tú mismo! --tal la voz, nuestra voz, que nos impele; pero el fading siempre resurge y con él la disolución del yo, el retorno de lo reprimido, el deseo de lo imposible y luego la mutación, un nuevo sueño, otra máscara, la repetición de lo diferente, el eterno retorno de lo mismo. Vivimos en una indefectible precariedad, no ya laboral, también afectiva, existencial. Tal es nuestro sino: desviarnos una vez más sin olvidar las alianzas, a los viejos amigos.

2 comentarios:

David Mayor dijo...

escribe Agamben: "la amistad es el compartir (condivisione en italiano) que precede a cada división, porque lo que ha de repartirse es el hecho mismo del existir, la vida misma." un beso, caro amico. cuidate

Anónimo dijo...

Hay desvíos que llevan a callejones sin salida.

Pablo Lópiz Cantó

Para una filosofía de la inmanencia