Hoy, en el periódico de la mañana, se informa de la huída de Zine el Abidine Ben Alí tras 23 años de autocracia en Tunisia. Su derrota había sido anunciada en la frase que los manifestantes tunecinos habían coreado durante las últimas jornadas:
"O nos matáis a todos u os vais".
El primer golpe ha resultado efectivo. Ahora otros tratarán de ocupar su lugar, de hacer pervivir el orden viejo bajo un tinte nuevo de democracia. ¿Se agotará la revuelta? Hace tiempo que no parece apropiado seguir usando conceptos como los de “ciclo de luchas” o “rizomas”. Los combates se dan aislados. Estallan para, a continuación, dejar paso a un silencio que sólo resulta interrumpido por otro estallido en otro lugar, sin aparente continuidad alguna. No se detecta contagio ni comunicación entre los diversos focos de resistencia que, como fogonazos brevísimos, iluminan el lado oscuro de nuestras vidas. La salida de Ben Alí del país y del gobierno no debe ser entendida como una victoria definitiva. Es, sin duda, un logro en el conflicto, como lo es la liberación de los detenidos durante los altercados. Lo inesperado ha acontecido. El espacio de lo posible se ha abierto al afuera. Ahora bien, esta apertura no supone de ninguna manera la llegada del reino de la libertad o la aurora prometida. A partir de este momento tendrá lugar una recomposición de las estrategias de dominación política. En ese sentido, la fuga del mandatario no representa sino una medida, entre otras posibles que se tomarán, para estabilizar la situación y apagar la exuberante expresión de la potencia rebelde de la población tunecina. Ben Alí está acabado. ¿Lo estará también la revuelta?
"O nos matáis a todos u os vais".
El primer golpe ha resultado efectivo. Ahora otros tratarán de ocupar su lugar, de hacer pervivir el orden viejo bajo un tinte nuevo de democracia. ¿Se agotará la revuelta? Hace tiempo que no parece apropiado seguir usando conceptos como los de “ciclo de luchas” o “rizomas”. Los combates se dan aislados. Estallan para, a continuación, dejar paso a un silencio que sólo resulta interrumpido por otro estallido en otro lugar, sin aparente continuidad alguna. No se detecta contagio ni comunicación entre los diversos focos de resistencia que, como fogonazos brevísimos, iluminan el lado oscuro de nuestras vidas. La salida de Ben Alí del país y del gobierno no debe ser entendida como una victoria definitiva. Es, sin duda, un logro en el conflicto, como lo es la liberación de los detenidos durante los altercados. Lo inesperado ha acontecido. El espacio de lo posible se ha abierto al afuera. Ahora bien, esta apertura no supone de ninguna manera la llegada del reino de la libertad o la aurora prometida. A partir de este momento tendrá lugar una recomposición de las estrategias de dominación política. En ese sentido, la fuga del mandatario no representa sino una medida, entre otras posibles que se tomarán, para estabilizar la situación y apagar la exuberante expresión de la potencia rebelde de la población tunecina. Ben Alí está acabado. ¿Lo estará también la revuelta?
4 comentarios:
Ojalá la respuesta a tu pregunta final sea un "no" rotundo.
Quizás el problema de muchas revueltas radique en la puntualidad de las mismas; es decir, dichas reacciones surgen para apagar un fuego determinado y cuando la llama se extingue se acaba la revuelta. Necesitamos una insurrección que no sólo apague incendios sino que construya cortafuegos y los mantenga despejados.
"El futuro estaba en nuestras manos. Incierto y prometedor."
(Álex en "Good bye Lenin")
Sólo hay que ponerse de acuerdo... Glups.
Besos nube.
Hoy, al menos, se ve la botella medio llena. Besos.
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