viernes, 15 de enero de 2010

Receptáculos atógenos

Leo la teoría de las esferas de Peter Sloterdijk. Me chirría la jerga pseudoteológica que maneja casi tanto como la preeminencia ontológica que parece conceder a la intimidad frente al afuera. Sin embargo, me interesa sobremanera, ahora, la reflexión general en torno a la producción de espacios de inmunidad y la construcción de nichos ecológicos a partir de los cuales la emergencia de la subjetividad vendría a producirse y a reformularse de continuo. Nadie se autoconstituye sino en relación a otro, a partir de una burbuja cuando menos diádica: bipolar o multipolar. El espesor subjetivo aparece a partir de juegos de resonancia y sólo a raíz de la compartición-repartición íntima del espacio.

El análisis esferológico muestra cómo no somos sino efecto del ensambaje de espacialidades interiores ya a priori plurales. Cómo todo individuo se encuentra, paradójicamente, dividido en origen, siendo continente y contenido de los pares con los cuales forma burbuja. La pluralidad, aunque sea binaria, antecede al sujeto unificado, que en ningún caso se autonomiza plenamente. Los seres humanos requieren para existir de la formación de habitáculos en los que convivir en la medida en que dichas clausuras suponen la irrupción de sistemas de inmunidad frente al caos exterior, de microclimas cálidos frente al frío afuera. El drama de las microesferas reposa en que estas comunidades exhaladas llevan en sí mismas el principio de su propia destrucción.

"Entre los dos íntimos --escribe Sloterdijk-- se introducen objetos de transición, temas nuevos, temas accesorios, multiplicidades, nuevos medios; el espacio antes íntimo, simbiótico, atravesado por un único impulso, se abre a la diversidad neutra... lo nuevo viene siempre al mundo como algo que trastorna simbiosis previas".

La imposibilidad para los seres humanos de existir en el frío afuera, exige la habilitación de nuevos espacios íntimos en los que reconfigurar la subjetividad compartida, la producción de otros receptáculos autógenos desde los que transitar hacia el futuro. Hoy, que vivimos en un mundo de espuma, en el que multitud de ínfimas burbujas se dan descentradas, móviles y volátiles, se hace más necesario que nunca la modelación de nuevas parcelas de inmunidad, estirar la capacidad de reinvención y de inflamación de pompas cálidas. Lo cual no indica que debieran mantenerse inalterados los espacios constituidos, sino que, al contrario, ante la inevitable irrupción del afuera y el ineludible deterioro de lo que hay, parece conveniente la autoprogramación de una subjetividad permeable, por cuanto en el ámbito de una compeljidad espumosa, sólo la intensificación de los mecanismos de metabolización de los flujos invasivos, la eliminación de toxinas y la aceptación de antes ignoradas adicciones maquínicas parece permitir el refuerzo anímico.

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Pablo Lópiz Cantó

Para una filosofía de la inmanencia