lunes, 21 de septiembre de 2009

Literatura amorosa VI

Me duele la cabeza. La construcción consciente de la propia vida no deja de resultar a ratos una tarea molesta, extenuante, y la envidia idiota frente a quienes nada se preguntan ni transforman aflora. Como tantos otros, he salido raro. Los flujos de deseo que me atraviesan no se adaptan bien a las espectativas. Soy efecto de un mal acoplamiento. Investigo por ello en libros y bocas otros modos de existencia, cómo inventar la diferencia, cómo desplegar mi singularidad legítima. Profundizo en la labor. Continúo la lectura.

La última remesa de libros insiste en desvelarme caminos que de algún modo había desde tiempo antes comenzado a transitar. Después de dos años de seminario en la Escuela de Altos Estudios de París, dedicados a la investigación del discurso amoroso, Roland Barthes, a propuesta de Michel Foucault, ingresa en el Collège de France. Será entonces, entre 1976 y 1977 cuando oferte su curso titulado Cómo Vivir-Juntos. El texto se desarrolla como enseñanza fantasmática, como descripción a base de trazos de un fantasma concreto, el de la "idiorrythmia".

El término funda el campo de estudio y experimentación. Significa algo así como "el ritmo propio ". Barthes se extiende sobre la posibilidad de un Vivir-Juntos que, sin embargo, no somete a los que reune ni les impone un ritmo que les resultaría ajeno, sobre la posibilidad de esa comunidad en la que uno despliega su propia trayectoria sin por ello suspender lo que le permite no Vivir-Solo:

"Es un fantasma de vida, de régimen, de modo de vida, diaita, dieta. Ni dual, ni plural (colectivo). Algo así como una soledad interrumpida de una manera reglada: la paradoja, la contradicción, la aporía de una puesta en común de distancias".

La aproximación al fantasma es, en Barthes, siempre tangencial. En contrapartida, propone la imagen perfecta de lo que sería justo lo contrario de una asociación idiorrythmica: la madre que lleva al niño de la mano, con prisa, tirando de él y sometiéndolo a su paso, a su ritmo. Se trata, por tanto, de algo que tiene que ver con la singular cadencia de cada sujeto, con su tempo. La genealogía del término remite a los antiguos atomistas, a Leucipo y Demócrito. En la filosofía antigua rhuthmos no refiere a un movimiento regular, sino a una forma distintiva, a una disposición, a la manera particular en que fluyen los átomos, a la configuración aleatoria y nunca fija de formar figuras. El ritmo propio, en este sentido, reenvía a formas sutiles de comportamiento, a los específicos humores, a configuraciones no estables pero sí proporcionadas.

Sin duda, Barthes se aleja de los trabajos anteriormente desarrollados en torno al discurso del sujeto enamorado, hasta el punto de afirmar que el fantasma de la comunidad idiorrythmica no está en absoluto en relación con el Vivir-a-Dos, con el discurso semi-conyugal que sucede al discurso amoroso: "L'appartement centré ne peut être idiorrythmique" --concluye antes siquiera de empezar. Sin embargo, la obsesión retorna a lo largo de las jornadas del curso. Y, de algún modo, breve, indeciso, se entrevé la posibilidad de la comunidad amorosa idiorrythmica. En la sesión del dos de febrero de 1977 apunta la que acaso sea mi obsesión --la posición (discursiva) de mi deseo:

"Más la idiorrythmia es forcluida, más Eros es expulsado. Idiorrythmia: dimensión constitutiva de Eros.→ Relación proporcional entre movilidad de los ritmos particulares, la aireación, las distancias, las diferencias del Vivir-Juntos y la plenitud, la riqueza del Eros. → Hacia una erótica de la distancia -- idea que no es extraña al Tao. Idiorrythmia: protección del cuerpo que se mantiene distante para salvaguardar el valor del cuerpo: su deseo".
Cf. R. Barthes, Comment vivre ensemble, Paris, Seuil, 2002.

1 comentario:

Ocala dijo...

Pensaba si Catulo me encontró o encontré yo a Catulo. En cualquier caso, qué dulce suena Barthes,aunque se me antoja casi imposible desengancharme de mi discurso amoroso.

Pablo Lópiz Cantó

Para una filosofía de la inmanencia