jueves, 24 de septiembre de 2009

Literatura amorosa VII

He estado de nuevo escuchado Transformer, el disco de Lou Reed, y ahora no se me va de la cabeza el maldito estribillo de "Satellite of love". Me gusta esa canción: satélite de amor, girando en elipses, aproximándose y volviéndose a alejar. Acaso en eso resida casi todo, en saber dar vueltas en el espacio vacío, en girar en solitario. También en saber jugar con las distancias, en retornar cíclicamente como las ferias o como el verano.

Fue en el principio cuando, junto a M., decidí escapar a las lógicas de grupo, sostener tan solo relaciones de uno contra uno, multiplicarlas en número para atesorar de cada cual el máximo de singularidad, su carácter exclusivo, su cuantum diferencial. Pienso ahora que acaso la estrategia ya estaba entonces del todo dibujada. Su lógica perfecta: una lógica orbital. Y que la revelación que más tarde creí tener durante la celebración en Barcelona del primer May-Day no fue sino la constatación de lo ya vivido, un refrendo, iluminación de lo que había. Resultó divertida aquella jornada. La multitud precaria descendiendo festiva. Quedé fascinado frente a los agentes satélite, apareciendo y desapareciendo entre la masa informe que formábamos todos juntos. Alejándose del grupo para reventar un escaparate o para escribir sobre una fachada. Para dejar un mensaje.

Yo tenía once años cuando lo del Cometa Halley. Quizá por eso me gustan tanto los movimientos orbitales. Los astros que van y vienen. Incluso los que no orbitan en torno a la Tierra. Acaso el amor pueda trazar una figura elíptica, como la de un satélite. Tal vez mi cuerpo gire como la luna o como el Encke. Al fin, como en otro lado dice Lou Reed, "Si pudiera ser una de esas cosas de este mundo que muerden/ En vez de un ocelote domesticado y con correa, preferiría ser una cometa/ Y estaría atado al final de tu cuerda/ Volando en el aire de la noche".

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Pablo Lópiz Cantó

Para una filosofía de la inmanencia