jueves, 17 de septiembre de 2009

Literatura amorosa V

Con un pensamiento fijo y tranquilizador he descendido la cuesta deslizándome en bici bajo una lluvia suave hasta llegar a casa: posponer todas las obligaciones y tareas para sumergirme en la traducción libre, para nada rigurosa, de alguna de las figuras que, a pesar de redactadas, finalmente R. Barthes decidió dejar inéditas al publicar sus Fragmentos de un discurso amoroso. Se traduce por lo mismo que se escribe, por placer, por sentir cómo las palabras rodean el cuerpo y lo atraviesan, para percibir la afección estrictamente física del lenguaje, cómo el discurso acaricia y envuelve. Quedaba por decidir qué figura de entre las veinte, en qué rastro situarse. Poco a poco se me ha impuesto la elección. El deseo funciona solo. Todas me fascinan, pero algunas más que otras. Permanezco alucinado frente a la del "Confidente", o ante esa otra del "Sexo". Pero, sin que pueda decir muy bien porqué --y ello acaso porque lo sé con excesiva exactitud-- una me ha arrastrado, como en una vuelta de tuerca, definitivamente: aquella del "Libro".

EL LIBRO

LIBRO. Función de los escritos en el origen del amor: se ama porque ha habido libros.

1. DANTE Y OSSIAN

Francesca di Rimini y Paolo Malatesta descubren que se aman al leer los amores de Lancelot y Ginebra. Werther lee Ossian a Carlota y esa lectura lleva a su culmen la pasión del uno, la emoción de la otra. El amor viene del libro, el amor es en primer lugar escrito. Yo no hago sino reescribirlo, al infinito: no sabría qué desear, no sabría que hacer sin un libro para guiarme. Encuentro siempre un libro que da cuerpo (lenguaje, anécdota, emoción) a mi deseo.

(Dafnis y Cloe es el libro de esta paradoja: un amor sin libro anterior; es necesaria esa enormidad para definir "la Naturaleza" -- que, por otro lado, los amantes se apresuran a descifrar como un texto.)

2. EL LIBRO ANÓNIMO

Como burgués, Werther toma sus códigos de la alta cultura; antes del amor, antes de Ossian, leía a Homero y extraía los fantasmas de vida apacible, patriarcal. Sin embargo, la pasión puede nacer fuera de la literatura; el propio Werther lo constata al descubrir que el joven sirviente, prendado de una viuda, es un enamorado del mismo tipo que él ("Por tanto, ese amor, esa fidelidad, esa pasión, no es una pasión de poetas"). En algún lugar en el sujeto humano, en cualquier cultura a la que pertenezca, siempre hay un Libro, y ese Libro gobierna el lenguaje del afecto, el afecto como lenguaje. El soldado Gobain, perteneciente a la guardia del Primer Cónsul, se suicida por amor; sin duda, no había leído ni a Chrétien de Troyes, ni a Dante, ni a Goethe; el Libro conductor, que de algún modo le obligaba a hablar del amor de una cierta manera (suicidándose, por ejemplo), era el gran Libro anónimo del Lenguaje, el libro del Otro: Libro irreparable de donde afloran a veces los fragmentos más claros: las canciones populares.

3. LA LECTURA EN COMÚN

Chrétien de Troyes y Ossian son leídos en común por los dos amantes, y es en esa lectura común que de golpe descubren el amor. Un lenguaje tercero deviene el lugar de encuentro de los enamorados (hoy podría tratarse de una película, de un disco). El Libro desciende sobre el doble cuerpo y lo suprime; los dos besos se confunden, aquel de Ginebra-Lancelot y ese de Paolo-Francesca, y el cataclismo que arrastra a los héroes de Ossian se convierte en el "torrente de lágrimas" que arrastra a Carlota y a Werther. El Libro de amor no es pedagógico; no enseña a hacer el amor, es mágico; induce a su existencia; tiene la función de una fórmula operatoria, que es conducir la fuerza que va de las palabras a los actos; el Libro es paso a lo real, acting-out: el beso sale del papel y va a posarse sobre los labios de Paolo y Francesca (el papel --velo, distancia, decencia, irrealidad, control, censura-- se vuelve del revés: lo simbólico, que constituye el libro, es transgredido).

4. EL LIBRO COMO CEBO

Ossian, el texto conductor, es hoy muy emocionante. Y, por otro lado, ¿cómo se puede llorar torrencialmente leyendo un libro (en cuanto hay una película sentimental se me empañan los ojos)? Sin duda, la sensibilidad es histórica, cambia hasta el punto de volverse muy rápidamente incomprensible (nosotros mismos no siempre comprendemos nuestras emociones pasadas). Pero esta explicación deja al descubierto otra cuestión: ¿y si estuviera en el estatuto mismo del sentimiento amoroso el tomar la forma de una fraseología? Werther y Carlota se encuentran fascinados por la retórica ossienica, del mismo modo que, en otro orden, Bouvard y Pécuchet están fascinados por los tratados imbéciles que leen con avidez y se aplican en seguida; se diría que la hipnosis de la pasión amorosa comunica necesariamente con la hipnosis del estereotipo. Lo que el enamorado recibe no es más que el enunciado del Libro, y no aquello que puede hacer de ese enunciado un objeto sutil, con clase, un abanico de sentidos. Lector apasionado y plano, el sujeto amoroso no se interesa por el Texto; lo que consume de forma inmediata es una analogía; el campo en el que se sitúa es el de la sensibilidad analógica, el de la facilidad analógica, en resumen, el de un cebo, objeto mismo de la lectura imaginaria: Ossian es un cebo amoroso, tan insulso como el rosa sucio del capote del matador sobre el cual el animal se precipita como si se tratara de un rojo violento; la etnología animal está llena de esas influencias: el macho artificial que se le pone a la hembra del picón común no es más que un objeto oblongo con el rojo en la parte de abajo. Como el picón, el enamorado no tiene nada que ver ni con el buen gusto, ni con la verdad --solamente con lo "verosímil".

5. CONTRA-LIBRO

("Ayer por la tarde, perdido, he entrado en una librería en la que he comprado una buena dosis de Nietzsche. No vi más que esa lectura, que era acorde al esfuerzo que hago por "zafarme". Todo fue, al final, un poco ilusorio: las cosas admirables, que me sacan de mi fascinación, pero también las zonas monótonas y, sobre todo, muy a menudo, ese lado torero, esa voluntad laboriosa de baile, que es casi... vulgar.")
R. Barthes, Fragments d'un discours amoureux: inédits, Paris, Seuil, 2007.

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Pablo Lópiz Cantó

Para una filosofía de la inmanencia