lunes, 14 de abril de 2008

El poema-piel

Acaso el poema sea como una segunda piel, pues el cuerpo del poeta persiste más acá del lenguaje, cuerpo artaudiano, fisicidad sólo transmisible a través del gesto de la escritura, gesto cruel que no dice sino la imposibilidad misma del decir, la materialidad que abunda como silencio tras la voz de tinta. Tal vez el poema se asemeje a esa piel arrancada, como la del antiguo mito griego de Marsias, piel-música, envoltura inmaterial que nos protege, que nos une en la distancia liminar que ella misma configura. El mito cuenta cómo Apolo, envidioso del éxito de la música que Marsias --el que combate-- hacía salir de su flauta, retó al semidiós a un
concurso. Marsias había encontrado la flauta de dos tubos que previamente Atenea arrojase en un bosque Frigio. Ésta la había construido con hueso de ciervo, pero al contemplar su propio rostro, con los mofletes hinchados, desfigurado sobre la superficie de un río, se deshizo de ella maldiciéndola. En la lucha de los dos músicos finalmente venció Apolo, pues sólo él fue capaz de cantar y hacer sonar su instrumento al mismo tiempo. Marsias fue desollado, y su piel colgada de un pino. Pero bajo esa piel brotó un río, fuente de vida, junto al cual cantaron los frigios. Por siempre sensible, la piel permanecerá en resonancia con tales cantos. Espejo táctil, capaz de entrar en comunicación con lo otro, con lo distinto, la piel de Marsias persiste como metáfora precisa de la palabra escrita, del poema, que nos envuelve y nos comunica con lo otro, que nos distancia y nos une.
Notas a la presentación de mi Cuaderno de sublevaciones, en Zaragoza, Librería Cálamo, 10 de abril de 2008.

Sinceros agradecimientos a David Mayor, Nacho Escuín y Nacho Duque, que me acompañaron en la presentación del libro, con palabras sin duda impagables por excesivas.

2 comentarios:

David Mayor dijo...

lalilo

Anónimo dijo...

de impagables nada, venga esas cervezas!!
n.

Pablo Lópiz Cantó

Para una filosofía de la inmanencia