La cuestión es sencilla. De lógica básica. Toda afirmación de existencia ha de ser demostrada para poder ser considerada válida. Sirvan de ejemplo afirmaciones tales como "los burros con alas existen", o "dios existe". Ahora bien, no ocurre lo mismo con las afirmaciones de inexistencia. Estas, al contrario, tienen validez por sí mismas y mientras no sean falsadas. Los ejemplos resultan de nuevo reveladores. Los burros con alas no existen. Tampoco dios. Y nada tiene esto que ver con cuestión alguna de probabilidad. La creencia en burros alados o dioses diversos sigue siendo un atentado a la racionalidad. Mera estulticia.
3 comentarios:
discrepo aun siendo argumento razonable razonado y casi acabado, soy creyente,abrazos adolfo
De acuerdo. Los plateros y los pegasos no existen. No hemos visto ninguno, pues no hay. Sin embargo, por mucho más contundente que sea la negación frente a la afirmación, y que no necesite demostración alguna, es complicado trasladar la cuestión al terreno teológico, porque nunca se ha sustentado en verdades incontestables, tangibles y físicas. La religión siempre ha sido una mentira piadosa, una consigna alienante o una verdad indemostrable. Déjame que me suba al carro de la duda agnóstica, que mi necedad me impide rotundizar como tu dices. Y un abrazo.
Queridos amigos desconocidos. Gratificado por el disenso, insisto en la problemática.
Un abrazo a ambos, Adolfo y Drywater.
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