sábado, 21 de febrero de 2009

Sindicato

Produce extrañas figuraciones la teología. Incluso hoy. Imágenes sorprendentes que, por delirantes, despiertan en la razón la risa. O mejor dicho, despiertan la razón y la risa. Epicuro, aquel a quien tanto odiasen algunas de las primeras sectas cristianas --hasta el punto de lanzar a sus fieles, machete en boca, a la aniquilación de los jardines tranquilos--, concitaba en un mismo movimiento el reír y la filosofía. No se debe dejar pasar la oportunidad, eso que los antiguos llamaban kairós, ese instante preciso en el que la frontera entre los posible y lo imposible se difumina y lo inesperado se barrunta. No hay que perder la ocasión de remitir una carcajada insolente contra los maestros de la seriedad idiota, contra la hipocresía de los obispos, contra su locura sádica y sufriente. No pretendo estar escribiendo ahora del derecho de la mujer a decidir su propia maternidad, qué hacer con su vida y su cuerpo. Sí de la reflexión alucinada que el portavoz de la Conferencia Episcopal Española hacía anteayer, a propósito de esa misma cuestión, acerca de los no nacidos: "los que van a nacer --afirmaba, desquiciado, J.A. Martínez Camino-- no votan y no se organizan en sindicatos".

Sabemos que lo que la Iglesia Católica quiere decir es que, dado que "los que van a nacer" no pueden expesarse ni organizarse sindicalemente, la propia Iglesia hablará en su nombre y votará por ellos. En definitiva, la Iglesia se quiere a sí misma la representante política de ese ente abstracto, como dios, idea hueca, concepto vacío, que es el de "los no nacidos". Insisten, de nuevo, los clérigos en la vergüenza que entraña hablar en nombre de otros, del Otro. Lo han hecho y lo seguirán haciendo con los pobres y los enfermos y, en general, con todos los desvalidos. Hablan en su lugar, en su nombre, en vez de ellos, cuando la voz de los que no tienen voz es silencio o grito inescuchado que ninguna palabra debiera sustituir o acallar, es rumor o murmullo frente al cual todo decir es rugido. La Iglesia Católica, su repetirse en la ignominia llega incluso a aburrir. La sentencia lanzada por ese nuevo dadaísta que ha resultado ser J.A. Martínez Camino, sin embargo, me hipnotiza. No puedo dejar de pensar en las tan variadas interpretaciones que encierra. Me tienta desplegar, sólo por esta vez, la imaginación literaria, desarrollar, aunque sea muy brevemente, algunas de las líneas a las que el absurdo me convoca. Insistir en el delirio. Imaginar ese sindicato de los No Natos con cero afiliados. Me contendré. Permítasemé, tan sólo, apuntar, a modo de burla, el que creo que sería el eslogan más acertado para la visibilización política de semejante colectivo, un poco al estilo del Black is beautiful de los negros de los setenta en los Estados Unidos. Permítasemé recodar la lección que Teognis de Mégara cantase hacia el siglo V a.C.:

De todo, lo mejor para el hombre, no haber nacido,
no llegar a ver nunca un rayo del sol agudo.
Teognis de Mégara, Elegías, 425-426

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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Unknown dijo...

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Pablo Lópiz Cantó

Para una filosofía de la inmanencia